domingo, 13 de julio de 2008
Cómo nos relacionamos con la información
Aprendemos continuamente y contribuimos, mediante la innovación, a extender las fronteras de nuestro campo del saber. Lo que hacemos está lleno de conocimiento: el que hemos adquirido, el que seguimos adquiriendo y el que nosotros mismos hemos generado.
El paso de la información (que yace en soportes) a conocimiento (que yace en personas) es extremadamente complejo, nada automático e invita al análisis y la reflexión. Puede decirse que el tratamiento de la mucha información que se nos ofrece consta de los siguientes pasos:
Conciencia de la necesidad de información.
Definición del patrón de búsqueda.
Identificación de las fuentes.
Acceso a las mismas (humanas, impresas o electrónicas).
Localización de información útil.
Descubrimientos paralelos.
Examen de la información.
Interpretación y evaluación de la misma.
Contraste de informaciones.
Integración y aprendizaje.
Combinación con conocimientos anteriores.
Establecimiento de conexiones.
Posibles inferencias y abstracciones.
Síntesis y conclusiones.
Reflexión sistémica.
Aplicación y difusión.
Antes de actuar o abrir nuevas líneas de negocio, nos informamos, aprendemos, reflexionamos, y aplicamos finalmente lo aprendido, o lo difundimos.
Nuestro perfil de directivos y trabajadores del conocimiento nos obliga a generar información para los demás, a expresarnos oralmente, pero sobre todo a escribir.
Entonces otras competencias informacionales, tanto operacionales (alegación, comunicación escrita...) como personales (manejo de conceptos, asertividad, empatía, espíritu colectivo…). Muchas empresas han desplegado sus modelos de competencias para la gestión de los recursos humanos, pero puede que las competencias informacionales, como las conversacionales, hayan sido subestimadas, si no preteridas en algún caso. El hecho es que no podemos dar por supuesta nuestra destreza informacional en la economía del conocimiento: estupendo si somos competentes en esta área, pero comprobémoslo.
El paso de la información (que yace en soportes) a conocimiento (que yace en personas) es extremadamente complejo, nada automático e invita al análisis y la reflexión. Puede decirse que el tratamiento de la mucha información que se nos ofrece consta de los siguientes pasos:
Conciencia de la necesidad de información.
Definición del patrón de búsqueda.
Identificación de las fuentes.
Acceso a las mismas (humanas, impresas o electrónicas).
Localización de información útil.
Descubrimientos paralelos.
Examen de la información.
Interpretación y evaluación de la misma.
Contraste de informaciones.
Integración y aprendizaje.
Combinación con conocimientos anteriores.
Establecimiento de conexiones.
Posibles inferencias y abstracciones.
Síntesis y conclusiones.
Reflexión sistémica.
Aplicación y difusión.
Antes de actuar o abrir nuevas líneas de negocio, nos informamos, aprendemos, reflexionamos, y aplicamos finalmente lo aprendido, o lo difundimos.
Nuestro perfil de directivos y trabajadores del conocimiento nos obliga a generar información para los demás, a expresarnos oralmente, pero sobre todo a escribir.
Entonces otras competencias informacionales, tanto operacionales (alegación, comunicación escrita...) como personales (manejo de conceptos, asertividad, empatía, espíritu colectivo…). Muchas empresas han desplegado sus modelos de competencias para la gestión de los recursos humanos, pero puede que las competencias informacionales, como las conversacionales, hayan sido subestimadas, si no preteridas en algún caso. El hecho es que no podemos dar por supuesta nuestra destreza informacional en la economía del conocimiento: estupendo si somos competentes en esta área, pero comprobémoslo.
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